Cuando mi hijo comenzó a mostrar frustración y rabietas, me di cuenta de que necesitaba una nueva estrategia para manejar estos momentos. Buscando orientación, encontré el artículo de Janet Lansbury “Cómo responder con calma a las rabietas” y decidí aplicar sus consejos en nuestra rutina diaria.

  1. Mantener la calma y transmitir seguridad En un principio, cuando mi hijo empezaba a gritar o llorar, mi instinto era responder con prisa para calmarlo lo antes posible. Sin embargo, aprendí que lo más importante era mantener la calma y demostrarle que sus emociones no eran una amenaza para mí. Ahora, cuando ocurre una rabieta, respiro hondo y le digo con voz tranquila: “Estoy aquí contigo. Puedes sentirte molesto y está bien”. Al hacerlo, noto que su angustia disminuye más rápido.
  2. Aceptar sus emociones sin tratar de detenerlas Antes intentaba distraerlo rápidamente o convencerlo de que no era para tanto. Pero siguiendo el consejo de Lansbury, aprendí a validar sus emociones sin intentar minimizarlas. En lugar de decirle “No llores”, ahora le digo: “Veo que estás muy enojado porque no podemos quedarnos más tiempo en el parque. Te entiendo”. Esta aceptación le ayuda a sentirse comprendido y poco a poco se tranquiliza.
  3. Establecer límites con empatía Solía sentirme culpable al decir “no” porque temía provocar una reacción aún peor. Pero comprendí que poner límites claros no significa ser frío o autoritario. Cuando mi hijo insiste en jugar con su tablet antes de dormir, en lugar de ceder o reaccionar con impaciencia, le explico con calma: “Sé que quieres seguir jugando, pero es hora de descansar. Podemos jugar más mañana”. Aunque protesta, noto que con el tiempo ha aprendido a aceptar los límites con mayor facilidad.
  4. Ser un apoyo durante la tormenta emocional En el pasado, cuando mi hijo tenía una crisis de llanto, me angustiaba y me apresuraba a encontrar una solución. Ahora entiendo que lo mejor que puedo hacer es estar presente sin intentar apresurar el proceso. Me siento a su lado, sin invadir su espacio, y le digo: “Estoy aquí para ti”. Aunque a veces toma tiempo, una vez que se calma, se acerca para abrazarme, lo que me demuestra que se siente seguro.
  5. Confiar en su capacidad de autorregulación Una de las enseñanzas más valiosas de Lansbury fue que los niños, cuando se sienten seguros, son capaces de gestionar sus emociones con el tiempo. Al principio dudaba, pero he visto que al darle espacio para expresar su frustración y al responder con calma y empatía, ahora mi hijo es más capaz de calmarse por sí mismo sin necesidad de grandes intervenciones de mi parte.

Aplicar estos consejos no fue fácil al inicio, pero con práctica y paciencia, nuestra relación ha mejorado significativamente. Ahora veo las rabietas no como un problema que debo eliminar, sino como una oportunidad para fortalecer el vínculo con mi hijo y ayudarlo a desarrollar su inteligencia emocional.